sábado, 13 de octubre de 2012

El premio nobel de Medicina al japonés Yamanaka y al británico Gurdon

Dos modos de afrontar la investigación genética
Dos científicos de primer orden han sido premiados conjuntamente con el premio Nobel de Medicina 2012. Mientras el británico ha dirigido sus investigaciones preferentemente hacia las células madre embrionarias y la clonación, el japonés inició una nueva línea prometedora porque en ella no hay necesidad de destruir embriones humanos.

El médico japonés Shinya Yamanaka está considerado el padre de las llamadas células células madre pluripotentes inducidas (iPS), que poseen la capacidad de convertirse en cualquier tipo celular especializado.
Especialista en cirugía ortopédica, de 50 años, logró en 2006 generar las células madre pluripotentes inducidas (iPS) con características que, hasta entonces, los investigadores creían que sólo poseían las células madre embrionarias.
Sus primeros logros los hizo a partir de células adultas obtenidas de la piel de ratones, y para 2007 había conseguido generar con éxito células iPS también a partir de células de piel humana. El descubrimiento, una verdadera revolución, superó el uso de las células madre embrionarias, cuya obtención plantea problemas éticos y conlleva grandes dificultades.
Actualmente es director del Centro para la Investigación y la Aplicación de Células iPS de la Universidad de Kioto, donde lleva a cabo su trabajo con el objetivo, afirma, de contribuir al desarrollo de la medicina regenerativa.
El año pasado, durante una visita a España para recibir el premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Biomedicina, confesaba que se lanzó a buscar la alternativa de crear células iPS ante el nacimiento y crecimiento de sus hijas, que le recordaron que “cualquier ovocito fecundado puede desarrollarse y convertirse en un ser humano”.
Yamanaka considera que la investigación de las células iPS aún está en sus pasos iniciales, ya que todavía se debe constatar que son seguras y eliminar los riesgos antes de su aplicación clínica.
Resulta cuando menos curioso que, a pesar de los repetidos fracasos en los experimentos con células madre embrionarias, se hayan destinado cantidades exorbitantes de  recursos económicos a una técnica ineficaz y anti-ética pues destruye embriones que, no por ser pequeñitos dejen de tener vida si no se les molesta y se les deja tranquilos.
Para un servidor, el japonés Yamanaka merecería, al menos, dos premios: el Nobel de Medicina – que ya tiene- y el que, sin duda, les conceden las múltiples Asociaciones pro-vida. Por la parte que me corresponde, al formar parte de la Junta Directiva de una de ellas, tendrá un lugar de honor en nuestra Exposición Permanente de la Vida sita en la histórica villa de Tordesillas (Valladolid).

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